miércoles, 2 de septiembre de 2009

TAIMISMANI

¿El tiempo es una dimensión equiparable al alto, ancho y profundidad, o es una circunstancia netamente subjetiva?

Para asimilarlo a lo primero, existen desde tiempos remotos calendarios y relojes. Pero es inocultable que no es el mismo tiempo el que transcurre en una gran ciudad, que el que corre en un pueblo del interior.

Los relojes son los mismos en un lado que en el otro. Los calendarios, también. Pero en el transcurso de sesenta minutos pueden hacerse muchas cosas o nada. Pueden pasar volando, o ser eternos.

Si disfrutamos la charla, no nos damos cuenta del paso del tiempo. Si esperamos a alguien que no llega, no pasa nunca.

En el interior, tardo una hora en tomar mate, hablar con un amigo, pasar por el banco, ir a tribunales y sentarme en un café a leer el diario. En la gran ciudad, eso es lo que tarda el bus en llevarme desde mi casa al trabajo.

La sensación de un urbanita al caer el sol, es que el día no le rindió; que el tiempo no le alcanza.

Por su parte, el pueblerino, cumplió todos sus propósitos y hasta frenó para dormir una siesta.

¿Será por eso que el citadino cree que los objetivos del campesino son pocos o chatos?

¿Será por el hecho de que no alcanza, que los ingleses dicen que el tiempo es dinero?

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