lunes, 14 de marzo de 2011

EL OTRO

La característica distintiva de toda gran urbe es la negación de la existencia del otro.

Los censos podrían activar una señal de alarma. Por encima de determinada cantidad de población: ¡Atentos! Comienza a perderse la escala humana.

Si revirtiéramos aquello, los que estamos adentro del vagón del subte podríamos bajar sin ser empujados nuevamente hacia el interior por los que queremos subir, y lo único que tenemos en mente es nuestro propio objetivo.

En el otro extremo está el cuidado por el otro y su circunstancia. Allí es el cuidadoso quien queda expuesto a la malinterpretación de su acción, por atípica… Pero vale la pena correr el riesgo.

Peor sería la nada.

Pero volviendo a lo privado… a lo 2.0: un punto que aparece como de comprensión ríspida es para los padres el crecimiento de sus hijos. Entender que la Pepona que vestían y cambiaban ha crecido y ahora es digna de respeto (como si de niña no lo hubiera merecido)… y ahora hasta puede tener razón con fundamento.

Hay quien cree que con el boleto no se paga el viaje, sino el servicio de guarda.

Hay quién empieza a respetar sólo cuando el otro aprende a defenderse de su abuso.

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