viernes, 6 de mayo de 2011

POINTSOFVIU

Onésimo Sarakatuc padecía de insomnio crónico. Para curarse intentó con los más diversos menjunjes, las más sofisticadas meditaciones y las menos confesables prácticas privadas.

Una noche de Agosto, Onésimo sintió sueño y se quedó profundamente dormido. Sin necesidad de contar ovejas, sin autoaplicarse digitopuntura y sin haber bebido ni un sorbo de su ya clásico té de tilo.

Menos mal que la ruta estaba vacía. No creo que Chevallier, su aseguradora ni el resto de los pasajeros hubieran valorado positivamente que Onésimo estuviese curado.

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