sábado, 27 de febrero de 2010

DOLORES

Me recuerdo aquella tarde de Abril, por trabajo en Barcelona.

Nunca esperé encontrarla allí.

La silueta que divisé -a varios metros- avanzando por la acera en sentido opuesto al que llevaba yo, parecía ser la suya. El color de pelo, el estilo de la ropa y esa peculiar cadencia en el andar.

Nos conocimos de estudiantes. Nos casamos de apuro. Se hubiera llamado Simón, de haber ocurrido el parto.

Nos hermanó el dolor, nos apagó el deseo. Nos divorció la traición.

Cuando la distancia fue la de cruzar miradas: apunté a sus pupilas, ella asestó a las baldosas.

Si era o no, ya poco interesa. Quería llegar puntual a mi reunión, y apuré el paso.

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